De Arthur Rimbaud a Georges Izambard
Charleville, 13 mayo 1871
Estimado señor:
¡Así que otra vez de profesor! Nos debemos a la sociedad, solía usted decirme; usted forma parte del cuerpo docente: va por el buen camino. También yo sigo en el principio: hago con todo cinismo, que me mantengan; estoy desenterrando a antiguos imbéciles de colegio: les suelto todo lo bobo, sucio, malo de palabra o de obra, que consigo inventarme; ellos me pagan en cervezas y en vinos. stat mater dolorosa, dum pendet filius. Me debo a la sociedad, es cierto, y tengo razón. También usted la tiene, hoy por hoy. En el fondo, usted no ve en ese principio suyo más que poesía subjetiva: su obstinación en reincorporarse al establo universitario —¡perdón!— lo demuestra. Pero a la larga, acabará igual que uno de esos satisfechos que no han hecho nada, porque nada quisieron hacer. Eso sin tener en cuenta que su poesía subjetiva siempre será horriblemente sosa, trivial. Un día —así lo espero, y otros muchos esperan lo mismo—, veré en ese principio suyo la poesía objetiva, ¡y la veré más sinceramente de lo que usted sería capaz! Seré un trabajador: esa es la idea que me frena, a pesar de que las cóleras locas me empujan hacia la batalla de París. ¡Donde, sin embargo, tantos trabajadores, tantos trabajadores siguen muriendo mientras yo le escribo! Trabajar ahora, jamás de los jamases; estoy en huelga.
Por el momento, lo que hago es encrapularme todo lo que pueda. ¿Por qué? Quiero ser poeta, y me esfuerzo en volverme Vidente: yo apenas sabría explicárselo y, aunque supiese, usted no comprendería nada en absoluto. Se trata de alcanzar lo desconocido por medio del desarreglo de todos los sentidos. Los sufrimientos que ello conlleva son enormes, pero hay que ser fuerte, haber nacido poeta, y yo me he reconocido poeta. No es culpa mía en absoluto. Nos equivocamos al decir: yo pienso; deberíamos decir: Alguien me piensa. Perdón por el juego de palabras.
YO es otro. Tanto peor para la madera que se descubre violín, ¡y al carajo los inconscientes que pedantean acerca de lo que ignoran por completo¡
Usted, para mí, no es Docente. Le regalo esto: ¿es sátira, como usted diría? ¿Es poesía? Es y será siempre fantasía. Pero, se lo ruego, no subraye nada, ni con el lápiz ni demasiado con el pensamiento:
MI CORAZÓN ATORMENTADO
Mi triste corazón babea a popa,
mi corazón lleno de tabaco:
sobre él arrojan escupitajos,
mi triste corazón babea a popa:
bajo las burlas de la tropa
que suelta una risotada general,
mi triste corazón babea a popa,
¡mi corazón lleno de tabaco!
Itifálicos y sorchescos
sus insultos lo han depravado!
En la velada narran relatos
itifálicos y sorchescos.
¡Oleajes abracadabrantescos,
tomad mi corazón, salvadlo!
¡Itifálicos y sorchescos
sus insultos lo han depravado!
Cuando sus chicotes hayan cesado,
¿Cómo actuar, oh corazón robado?
Se oirán estribillos báquicos
cuando sus chicotes hayan cesado:
tendré sobresaltos estomáquicos
si degradan mi triste corazón.
Cuando sus chicotes hayan cesado,
¿cómo actuar, oh corazón robado?
Esto no quiere decir nada. Contésteme, a casa del señor Deverrièrre para A.R.
Saludos de todo corazón,
A. Rimbaud
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