don Mirador de la Diucaseca
I
Echo en cara todo lo vivido
Oropel de mis tatuajes
del mal
Estoy en la ceguera de estos ojos tan grande
pongo en remojo mi mundo interior
Veo por el culo de las cosas
el meollo silente de la poesía
Por boca floja resulta
esto y esotro
Y estas alas distante del ángel
Carcomida por el ocio
perpetuo
De esta muerte celosamente amante.
II
Soy el poeta de las moscas
Ellas son la muerte sacrificada
Estoy resucitando de Dios
de perro cogitabundo sobre el hueso
pescuezo de esta diosa distorsionada
Intento seducción por instinto
Pero ella tiene garras de acero
Su hocico sobre mi sexo
Nada es posible con esta puta estatuada
Se echa de cabezas
sobre mí
Y pone fecha de vencimiento
a mis gusanos dorados
III
Me arrebata la autocensura
Soy un exégeta precoz
Escabullo el atentado brillante
Sobre mi seso crujiente
Esta masturbación paciente
De lápiz imperial
rozagante
Mi memoria es infinita
Breve capullo indolente
El pensamiento bello pero contagioso
Detiene el instinto perverso
Da ejemplos sacrílegos
De la doncella birlada en su fragancia
IV
Tengo trato con el ataúd
de eucaliptos mi techo estrellado
de nubarrones humorados
anchura de mis botas de hojas
cabeza sobre la maleza fresca
bajo mi corazón cruzan ríos
de mostos chispeantes
de mis sienes zarpan pájaros
hacia
otros mundos suspicaces
V
Dentellada a alma
tan frágil finura
das pasos de aguas
dentro de mi hondura
donde yazgo Yo
de huesos y desnudo
por herméticas junturas
Infiernos mis ojos
Boca de matapiojos
Con bolas de fuego
Y mi sexo de hielo
Más duro que mármol.
Ay de cosas mundanas y terrenas
pezones místicos de tu amor tan punzante
me hundo bajo los espermios del sol
y me revuelco en mi nido de muerte
como niño fauno entre las abejas
que acuden al dulzor de la pureza
con el temor de un santo más turbado
que el numinoso hálito de un ángel rilkeano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario