Poemas Impublicables

jueves, 13 de agosto de 2009


Sueño en el jardín de los tragaviones
Marcelo Arancibia


"El tipo había amenazado en convertirlo en la asquerosa rata de un cuento..."


Serían las doce menos algo, cuando el aeroplano rojo con granitos sobrevoló rasante y sin vértigo torres mejicanas, babilónicas, egipcias dejando caer un cúmulo de chatarra oxidada y podrida entre las fauces de las flores carnívoras que cubrían de maleza horrenda y de una atmósfera enrarecida y pestilente el pequeño territorio cercado del jardín de los tragaviones.



El aparato como un matapiojos de metal había emitido un ruido monocorde y fatigado hasta lograr posarse en aterrizaje forzoso y sin contratiempos sobre una mustia hoja de nervaduras agrietadas a punto de desprenderse de un tallo enroscado y raquítico que reptaba como un hongo atómico hacia la luz macroscópica, dejando sobre la laminada superficie dos huellas estropeadas y porosas de ruedas llenas de polen y mosquitos emborrachados por giros ascendentes.


Desde su interior había bajado en forma intempestiva un hombre extraño y taciturno, vistiendo un traje informal de lentejuelas de pescaditos bíblicos y zapatos blancos agujereados en sus suelas, con un maletín de gásfiter con manchones de humedad y cerraduras de óxido, cargado de una de sus manos enguantadas. Extrajo con meticulosidad un roñoso volantín de cuero del tamaño de una daga borgiana para carnear gatos, semejante a una rata flacuchenta y pálida de invisible contextura animal, que puesta sobre maderos enclenques y retorcidos, miraba histérica -asustada diría yo- el paisaje quebral, irracionado que la circunvolaba de pies a cabeza, cuando el ventarrón-la risita de ese dios pindárico- la zamarreaba, estiraba como chicle, y la otra se sostenía con dientes y muelas y se comenzaba a ir, a ser chupada, aspirada por el cielo, y al darle guaraca se iba como un cohete nasal derechito al altísimo, para luego descender bruscamente hacia el vacío interestelar y estabilizarse entre las tinieblas sábanas, tosiendo a mares por entre las nubes grises que le provocaban nerviosidades, risotadas de niño mimado, por los mareos de apunamiento que lo obligaban a correrse pequeñas pajas mallarmenianas- trechos agonales dentro del rombo aurífero= cama- para equilibrarse como si estuviera parada sobre un trampolín, conectada al cáñamo sulfúrico que comenzaba a izarla a pequeños tirones sobre las sombras de los árboles chomskianos y el miedo de enredarse en los cables pelados que cubrían majestuosamente su bosquecillo devorante.


El hombre que tenía agarrada a dos manos la horrenda cabeza de su bicharraco-si no lo dije antes- metida entre gónadas gongorinas, de la cual se le salían puras burbujas de jabón gringo y parecía divertirse con lo que estaba haciéndose, mientras que por sus pequeños dedos enguantados, la hebra se deslizaba veloz y humeante entre un aroma cálido e infernal, que lo hacía tambalear cuando intentaba desenredarlo de una atadura de pelos apelmazados y la rata-volantín daba grandes piruetas verticales y alocadas, en descensos temblorosos que duraban varios segundos como cuando niños prueban meter las narices dentro un lavatorio lleno de agua y aguantan a ojos cerrados la respiración, mientras una hermana chica cuenta allá afuera, en voz alta los segundos eternos-cuenta y repite los números para ganar- Entonces de nuevo y casi por milagro retomaba ese rumbo ascendente, de todo lo cual se aprovechaba-digo yo- la rata invisible o la hueá de cuero para divertirse y hacer alharacas, cuando sobajeada, incorruptible, a miles de kilómetros de la Tierra, en la oscuridad plena e ignota, en un silencio casi estrellado, comenzaba a oler el pasoso hoyito del queso blanco, el sudor de esa luna mujer, el sexo en leche en polvo, como una estrellita de una cabrita joven y virgen.(Je...je)



(El tipo que parecía un impertérrito esquimal agarrotado por el frío tropical de esas latitudes septentrionales, insinuó leves movimientos peristálticos, pequeñas recogidas a su hilo seminal y remontando el pequeño cuadriculado sobre la luna llena, esperanzado que el temeroso roedor, conminado por su sonajera de tripas y picazón en su barriguita, por el hambre espiritual que padecía, lanzó un mucilaginosos espumarajo y se dejó caer por la gravedad)...
Como después lo relataría, con pelos y señales, en su extenso diario de vida "Sueños prostibularios" , un pequeños fragmento en cursiva, decía:
" Cuando me sentí como una rata invisible y visité esa luna de queso siendo un pequeño niño astronauta azteca"`(...) "Siempre me consideré un antiguo políglota capaz de traducir en palabras un simple dibujo o un mamarracho griego o latino a una lengua vernácula, como si el sexo no tuviera nombre, y la masturbación no fuera un vuelo de adivinaciones"(...)


"Me lancé de bruces dando dos o tres pasos en el vacío del espacio interestelar y caí cual la pluma liviana de Galileo Galilei desde otra torre pisana como el Armstrong, cosmonauta gringo, que vi una noche del 69 en el antiguo Westenhousen blanco y negro, de 23 pulgadas -de mamá- cuando fui el primer hombre en pisar vía satélite desde la NASA, tu luna vaginal, y me quedé así entonces, royendo migajas dentro de tu cráter, pequeñas bolitas ácidas entre arrecifes de natilla fresca, palitos de canela en poriche..."(...)



Lo que hace presumir que el volantinero, al no sentir la tensión de la hebra, intuyó su alunizaje forzoso, recogió el hilo que guateaba y lo enrolló minuciosamente y sin nudos en una carretilla minúscula, que luego guardó dentro del maletín de trastos, para regresar raudamente y algo preocupado hasta su nave bimotor y despegar sin contra tiempo y perderse entre el ramaje como un insecto ronroneante.



Serían las tres de la madrugada, cuando sonó el teléfono en la casa del guardalunar, Seleno Menguante, y una vocecilla oscura y misteriosa advirtió por el auricular: -La rata invisible se está comiendo a la luna..¡Asómese a la ventana y aguáitela tan llena de pelos desde abajo ¡ El guardalunar corrió bajo los faldones Carlota, su joven institutriz, y vio lo que se representa aproximadamente en el siguiente dibujo vaginal:



Q



"Corrí desnudo por el pasillo de la intendencia con pasitos cortos pero regulares- relataba Menguante en su diario de vida-, sintiendo presión inusitada sobre los resortes de mis sienes erotizadas, el ojo izquierdo me tiritaba un poco, pero igual intenté bajar por la escalerilla hasta planta baja, donde tenía mi megáfono, pero tropecé con algo duro, que después se sabría fue mi casco de motociclista azul, que me hizo rodar cuesta abajo, golpeándome fuertemente la cabeza contra la balaustrada, y aunque en un primer instante mi instinto natural fue el de levántame y proseguir en carrera frenética, no sé para dónde, las piernas de mantequilla se me doblaron y aunque en vano intenté arrastrarme como un comando, no pude sobreponerme, alcanzando sólo a gritar antes de desmayarme en medio del silencio sepulcral y onanista del sueño".
-¡ Tápenle el agujero de aire a la rata invisible, cobardes selenitas!



"..Y así fue que caí como muerto- proseguía Menguante, relatando su sueño real- por una tiempo indeterminado, con los ojos blancos y abiertos como en un estado cataléptico, sin poder recuperarme de inmediato ni pronunciar media palabra, despertando de repente, después de largos minutos, me eché a andar como en una vieja película que se corta, se salta un par de cuadros y prosigue sin mucho lío y chisporroteando, así seguí corriendo con el mismo paso atlético, a grandes zancadas, hacia la siguiente imagen donde devoré con inusitada gula, un buen trozo de agujero, un ¼ de hoyo vacío, que Carlota misma me ofreció muy coquetamente de su propio e íntimo queso virgen, envenenándome el coco, el sueño que hoy relato y expongo ante ustedes al momento en que aún no cuaja entre mis tripas cerebrales toda esa pornografía venenosa y vaya a saber uno si es producto de mi egoísmo u otras fruncías, de negarme por cobardía el compartir con mis amigos estas y otras orgías que aún bullen en mi cabeza, me apodaron en venganza, ese vulgar sobrenombre de “Volantín de...”
“Volantín de cuero...porque no te rajai nunca...po”.



Fue tal vez producto de esa mezcolanza y ansiedad -después de saciarme en demasía al contar con pelos y señales esta historia - lo que provocó esta pesadilla, esta estitiquez crónica, que según los doctores padecí por varios días y meses lo que trastornó mi cabeza en un estado lamentable, involución para algunos, regresión freudina para otros, pero lo cierto es que por inútiles que puedan parecer las explicaciones, sobre todo cuando carecen de pragmatismo, comencé a lo Samsita a transformarme yo en una repugnante ratita invisible-el resto de los mortales nunca me vio detrás de la puerta-mi ojo al tamaño de una cerradura- y me inicie en la manfinfla cuatro veces al día por lo menos, donde dejé mis espesos goterones por doquier, cuando me imaginaba tirando con una hechicera africana e intentaba subirme por entre sus piernas largas y morenas, y ella montada en una silla me tiraba escobazos para mantenerme a raya, pero en cuanto podía, medio atontado me colaba por debajo de su vestido, subiendo por una escalera, le veía esa araña peluda como luna alargada –en forma de ranurita- medio oculta por la juntura de su calzón y el revoque de sus piernas de maratonista, lo que se puede apreciar
en este simple dibujo manual:


“Y"




Entonces me dejaba llevar por un dejo de pasmosidad, la trabazón de mi boquita rosada entre un manojo de bigotillos blancos y colmillos filudos, al ritmo que mi lengua enroscada de suspiros murmuraba mientras bebía con pasión inusitada la leche de sus tetas volcanes y me iba por los bordes, por los grumitos que se me pegaban a las comisuras y miraba con sospecha ese ojo asomándose entre el amurallado calzón con gatitos romanos estampados que Carlota tenía debajo de su falda, con ciertas rugosidades y frunciendo el ceño-su ojo tenía gran hondura- que al cerrarse hacía un ruido estruendoso, como el que hacen las mordidas de las zorras, mientras que con miedo me asomaba a veces y esperaba con paciencia- les aseguro- dentro de mi psicopatía congénita, comerme todo ese queso, como si en realidad estuviera dentro de ese gran sueño del majestuoso surrealismo latinoamericano y esa luna menguante sudando por instantes, hasta que el volantín de cuero se me fue cortado, con todo el hilo de las manos, y se perdió, se achurrascó en un mar de pelos, cuando Carlota recién comenzaba a sacarse los calzones... y los astronautas rusos ya le habían dado sus buenos picotazo a la luna norteamericana...y yo pajeándome frente a la tele, con esa tontona imperialista...¡Bah!

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