
Planeta Walrhol
“¿...y si todo esto fuera
un puro hueveo cósmico
Y en cada estrella del cielo
brillara un puterío estelar?
No sentiría el frío
No lamentaría el hambre
Ni el terrible miedo de estallar”
Yuri Cagarin
( Taxista Ruso)
zw
Como un rumor extraño y casi imperceptible se deslizó el hombre aire por la sombra de los cuadriculados blancos negros del piso de la estación espacial, haciendo el chirrido que hace la luz al salir de un prisma, distorsionándose en colores blancos y más blancos atenuados. Transparente de pies a cabeza, el espectro caminó sin prisa, como si con el índice de su mano un dios azteca lo empujara desnudo al mundo, arrastrándolo como un peón sobre un tablero de ajedrez, para jaquear de frente a la Reina Blanca que era la verdaera cabrona en el puterío del cielo.
ñg
Caminó entre la bruma láctea con pasos marcados e invisibles, casi quejumbrosos, hasta donde ella, La Marilyn, esa medusa albina del cinemascope, yacía cobriza y embadurnada en puras cremas de colores de pies a cabeza, mientras leía recostada perezosamente sobre una cama de agua, un periódico fenicio de figuras movibles, extrañamente rodeada entre sombras ultravioletas que olían a palitos de fósforos, a estrellas enanas con espinas fugaces entre un manojo de siemprevivas rosas metálicas.
&j
La mujer que tenía sobre su cabeza una corona de cuatro puntas en forma de un hongo alargado y fatal, apenas asomó sus ojos rojos de gata galáctica pelechando, arrugó su ceño y encendió un cigarrillo de filtro ultraplateado, dejando expeler grandes bocanadas de humo rancio en burbujas que flotaban dentro de un aire denso, contra las que chocaban zancudos eléctricos atontados llenos de chispitas, mientras que con pasmosa calma se miraba en un espejo cóncavo de mano, las profundas ojeras y erosiones de su piel, hasta dibujar una sonrisa forzada y ronroneante, como si el nuevo cliente que estaba ahora frente de ella, sólo la buscara para consumar un placer momentáneo y en un cuanto hay comenzara a echarle todo ese polvito de vidrio, esos pequeños diamantes en forma de espermios volantes y ella excitada no pudiera negarse, cuando todo ese hielo la transminara tan profundamente y sintiera que el alienígena la congelaba con su ardor, la pervertía con esa verga extraña y resplandeciente que entre sus piernas vibraba tímidamente como un remolino de luces sobre su sexo vítreo.
bv
"Me divisó a pocos metros de bajar en la estación de cohetería"- pensó el hombre aire- al caminar un largo trecho en puntillas de pies y subir por pasarelas milimetradas, escaleras helicoidales antes de penetrar extrañamente hacia la cúspide vidriada del planeta fosforescente -piñata en papel dorado- que giraba sobre un eje en el sentido de las manecillas del reloj.
ºF
El planeta lucía el rostro de Walrhol estampado en una de sus caras continentes cuando una que otra arruguita atlántida aparecía y desaparecía veloz -por el efecto de la luz- que a veces derretía la nieve eterna que chorreaba por sus casquetes faciales y naves cosmetólogas tenían que volar a gran altura, tirándole cantidades de estuco para retocarlo y rejuvenecerlo como un maniquí.
(Intermitentes lunas de colores que flotaban a su alrededor como reflectores de neón, lugar donde el lenocinio estelar tenía su guarida bajo nubes secretas de constelaciones zoodicales, y donde uno se dejaba llevar por la indicación de flechas punzantes. Se debía continuar rectilíneamente, para no extraviarse o caer, entre esas nubes que olían a sexo, a intimidad de sirenas espaciales y era casi imposible no escuchar los sensuales quejidos eróticos que se reproducían por los altovoces, y que tirado por hilos como una marionetas era absurdo resistir, cuando uno se iba elevando en el aire espeso y viscoso con los deseos reprimidos de un saltimbanqui... )
yy
Entonces él había sido el amante cándido, el vil gusano sideral, el pendejo de pecho. Seducido por su carne nebulosa y transparente, enamorado de esa desnudez extraña y maternal que ella sabía fingir, la noche en que le anunció su fatal partida, bajo la promesa de volver volver cuanto antes.Y ella soltó esas lágrimas amarillas, perfumadas sobre su rostro que mezcladas con la suyas, con su aliento espumoso entre labios de suaves mariposas buscaban su lengua invisible como si se la quisiera tragar y prometió esperarlo el tiempo que fuera.
(Se detuvo frente a mí, como un hombre de aire- dijo ella- antes de reanudar su antiguo discurso de fragmentos cruzados y mentales que expresaban con soltura idiomas extraños babélicos, supuestos quejido de oscuridad, entre salvajes orgasmos que aún la excitaban, ese perfume de radioactividad infinita que no podía explicar. En noches de amor en que lo había iniciado en el sexo pervertido, bajo acrílicos de figuras eróticas que simbolizaban heroínas antropófagas comiéndose a sus amantes. Por eso sorprendía, que después de prolongados viajes amnésicos se apareciera hoy bajo el aspecto de un relámpago invisible, en medio de esta atmósfera pestilente y enrarecida, presentándose como el amante despechado, el espectro goloso que venía en reclamar su parte que era un trozo de ella misma para engullirlo.)
fjº
Te busqué como un pichón ardiente -picadito de la araña- bajo el cielo impajaritable, para que me devolvieras el pedacito de alma que me habías robado, cuando era un joven cometa enloquecido y hambriento en pajares estrellados, bajo lluvias torrenciales de constelaciones murmurantes y no pude hallarte hasta ahora, en que te veo frente a mí convertida tristemente en esta cabrona del cielo, en este puterío de Walrhol...
(Entonces fue cuando el hombre nebuloso, la sorprendió amenazándola en su cuadrado y extrajo de entre sus ropas íntimas su enorme bicharraco hialódeo pataleando e intentó a duras penas cogerla por las ancas, manoseándole su umbrela, en que sus manos resbalaron torpes por su piel sedosa y aunque intentó sacárselo de encima, tratando de tomarlo, a como diera lugar... sus uñas esmeriladas resbalaron torpes contra su piel de vidrio)
op
Así desfogó una retahila de bolones-ojitos de gato- sintió como su chorrito helado de esperma congelante, entraba lentamente por su agujero rubio vaginal y aunque se vio zigzaguear de goce entre la bruma de la habitación, como una luciérnaga de fuego, logró girar levemente su cabeza, mordiendo sus orejas, hasta hacerlas sangrar en pus incolora.
(Así me tomó fuertemente por los glúteos carnosos y plateados y me besó con pasión inusitada, metiéndome toda su lengua de gelatina esponjosa y opaca entre mis puntiagudos dientes vidriados y me arrancó varias plumas con sangre con sus filosos colmillos de titanio, hasta hacerme girar e inmovilizarme con un grito de eco.)
kl
Me arrancó el traje de lentejuelas de luces-dijo ella con otra voz- y me amarró con un cañamito de naylon, rodeándome cuerpo para hacerme presa de su ultraje, luego de escupirme el rostro con su salibeo de gula, con feas palabrotas y se dispuso a comerme en gruesas torrajas entre quejidos y goces perversos.
(Entonces lo sentí manoseándome con sus ojos grasosos y saltones mis esféricas caderas, succionando de mis pezones floreados líquidos lechosos a verdes lengüetazos, dándome unos buenos tarascones, para después devorarme con sus quijadas repugnante hasta más abajo de mis zapatitos invisibles)
ty
Ya en su vientre y comida hasta en mis últimas migajas, lo sentí comprimirse congestionado entre el ruido del tripaje, cuando se enroscó en sí mismo en un fuerte eructo de terror y cayó de bruces con el cuerpo requebrajado, hecho trizas, como si una bomba de ardor le explotara bajo vientre.Porque cuando me regurgitó sana y salvo sobre el piso de la estación espacial, el hombre aire ya había muerto...y el Planeta Walrhol estallado en miles de vidrios de colores, después del manotazo sobre el tablero...
ñg
Caminó entre la bruma láctea con pasos marcados e invisibles, casi quejumbrosos, hasta donde ella, La Marilyn, esa medusa albina del cinemascope, yacía cobriza y embadurnada en puras cremas de colores de pies a cabeza, mientras leía recostada perezosamente sobre una cama de agua, un periódico fenicio de figuras movibles, extrañamente rodeada entre sombras ultravioletas que olían a palitos de fósforos, a estrellas enanas con espinas fugaces entre un manojo de siemprevivas rosas metálicas.
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La mujer que tenía sobre su cabeza una corona de cuatro puntas en forma de un hongo alargado y fatal, apenas asomó sus ojos rojos de gata galáctica pelechando, arrugó su ceño y encendió un cigarrillo de filtro ultraplateado, dejando expeler grandes bocanadas de humo rancio en burbujas que flotaban dentro de un aire denso, contra las que chocaban zancudos eléctricos atontados llenos de chispitas, mientras que con pasmosa calma se miraba en un espejo cóncavo de mano, las profundas ojeras y erosiones de su piel, hasta dibujar una sonrisa forzada y ronroneante, como si el nuevo cliente que estaba ahora frente de ella, sólo la buscara para consumar un placer momentáneo y en un cuanto hay comenzara a echarle todo ese polvito de vidrio, esos pequeños diamantes en forma de espermios volantes y ella excitada no pudiera negarse, cuando todo ese hielo la transminara tan profundamente y sintiera que el alienígena la congelaba con su ardor, la pervertía con esa verga extraña y resplandeciente que entre sus piernas vibraba tímidamente como un remolino de luces sobre su sexo vítreo.
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"Me divisó a pocos metros de bajar en la estación de cohetería"- pensó el hombre aire- al caminar un largo trecho en puntillas de pies y subir por pasarelas milimetradas, escaleras helicoidales antes de penetrar extrañamente hacia la cúspide vidriada del planeta fosforescente -piñata en papel dorado- que giraba sobre un eje en el sentido de las manecillas del reloj.
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El planeta lucía el rostro de Walrhol estampado en una de sus caras continentes cuando una que otra arruguita atlántida aparecía y desaparecía veloz -por el efecto de la luz- que a veces derretía la nieve eterna que chorreaba por sus casquetes faciales y naves cosmetólogas tenían que volar a gran altura, tirándole cantidades de estuco para retocarlo y rejuvenecerlo como un maniquí.
(Intermitentes lunas de colores que flotaban a su alrededor como reflectores de neón, lugar donde el lenocinio estelar tenía su guarida bajo nubes secretas de constelaciones zoodicales, y donde uno se dejaba llevar por la indicación de flechas punzantes. Se debía continuar rectilíneamente, para no extraviarse o caer, entre esas nubes que olían a sexo, a intimidad de sirenas espaciales y era casi imposible no escuchar los sensuales quejidos eróticos que se reproducían por los altovoces, y que tirado por hilos como una marionetas era absurdo resistir, cuando uno se iba elevando en el aire espeso y viscoso con los deseos reprimidos de un saltimbanqui... )
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Entonces él había sido el amante cándido, el vil gusano sideral, el pendejo de pecho. Seducido por su carne nebulosa y transparente, enamorado de esa desnudez extraña y maternal que ella sabía fingir, la noche en que le anunció su fatal partida, bajo la promesa de volver volver cuanto antes.Y ella soltó esas lágrimas amarillas, perfumadas sobre su rostro que mezcladas con la suyas, con su aliento espumoso entre labios de suaves mariposas buscaban su lengua invisible como si se la quisiera tragar y prometió esperarlo el tiempo que fuera.
(Se detuvo frente a mí, como un hombre de aire- dijo ella- antes de reanudar su antiguo discurso de fragmentos cruzados y mentales que expresaban con soltura idiomas extraños babélicos, supuestos quejido de oscuridad, entre salvajes orgasmos que aún la excitaban, ese perfume de radioactividad infinita que no podía explicar. En noches de amor en que lo había iniciado en el sexo pervertido, bajo acrílicos de figuras eróticas que simbolizaban heroínas antropófagas comiéndose a sus amantes. Por eso sorprendía, que después de prolongados viajes amnésicos se apareciera hoy bajo el aspecto de un relámpago invisible, en medio de esta atmósfera pestilente y enrarecida, presentándose como el amante despechado, el espectro goloso que venía en reclamar su parte que era un trozo de ella misma para engullirlo.)
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Te busqué como un pichón ardiente -picadito de la araña- bajo el cielo impajaritable, para que me devolvieras el pedacito de alma que me habías robado, cuando era un joven cometa enloquecido y hambriento en pajares estrellados, bajo lluvias torrenciales de constelaciones murmurantes y no pude hallarte hasta ahora, en que te veo frente a mí convertida tristemente en esta cabrona del cielo, en este puterío de Walrhol...
(Entonces fue cuando el hombre nebuloso, la sorprendió amenazándola en su cuadrado y extrajo de entre sus ropas íntimas su enorme bicharraco hialódeo pataleando e intentó a duras penas cogerla por las ancas, manoseándole su umbrela, en que sus manos resbalaron torpes por su piel sedosa y aunque intentó sacárselo de encima, tratando de tomarlo, a como diera lugar... sus uñas esmeriladas resbalaron torpes contra su piel de vidrio)
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Así desfogó una retahila de bolones-ojitos de gato- sintió como su chorrito helado de esperma congelante, entraba lentamente por su agujero rubio vaginal y aunque se vio zigzaguear de goce entre la bruma de la habitación, como una luciérnaga de fuego, logró girar levemente su cabeza, mordiendo sus orejas, hasta hacerlas sangrar en pus incolora.
(Así me tomó fuertemente por los glúteos carnosos y plateados y me besó con pasión inusitada, metiéndome toda su lengua de gelatina esponjosa y opaca entre mis puntiagudos dientes vidriados y me arrancó varias plumas con sangre con sus filosos colmillos de titanio, hasta hacerme girar e inmovilizarme con un grito de eco.)
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Me arrancó el traje de lentejuelas de luces-dijo ella con otra voz- y me amarró con un cañamito de naylon, rodeándome cuerpo para hacerme presa de su ultraje, luego de escupirme el rostro con su salibeo de gula, con feas palabrotas y se dispuso a comerme en gruesas torrajas entre quejidos y goces perversos.
(Entonces lo sentí manoseándome con sus ojos grasosos y saltones mis esféricas caderas, succionando de mis pezones floreados líquidos lechosos a verdes lengüetazos, dándome unos buenos tarascones, para después devorarme con sus quijadas repugnante hasta más abajo de mis zapatitos invisibles)
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Ya en su vientre y comida hasta en mis últimas migajas, lo sentí comprimirse congestionado entre el ruido del tripaje, cuando se enroscó en sí mismo en un fuerte eructo de terror y cayó de bruces con el cuerpo requebrajado, hecho trizas, como si una bomba de ardor le explotara bajo vientre.Porque cuando me regurgitó sana y salvo sobre el piso de la estación espacial, el hombre aire ya había muerto...y el Planeta Walrhol estallado en miles de vidrios de colores, después del manotazo sobre el tablero...
(DE: "Malosescritos)
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