Poemas Impublicables

viernes, 8 de febrero de 2008



En la humedad cifrada
Coral Bracho
México


Oigo tu cuerpo con la avidez abrevada y tranquila
de quien se impregna ( de quien
emerge
de quien se extiende saturado,
recorrido
de esperma) en la humedad
cifrada (suave oráculo espeso; templo)
en los limos embalses tibios, deltas
de su origen; bebo
(tus raíces abiertas y penetrables; en tus costas
lascivas-cieno bullente-landas)
los designios musgosos, tus savias densas
(parva de lianas ebrias) Huelo
en tus bordes profundos, expectantes, las brasas
en tus selvas untuosas,
las vertientes. Oigo (tu semen táctil), los veneros, las larvas;
(ábside fértil) Toco
en tus ciénegas vivas; en tus lamas: los rastros en tu fragua
envolvente: los indicios
(Abro
a tus muslos ungidos, rezumantes; escanciados de luz) Oigo
en tus légamos agrios, a tu orilla: los palpos, los augurios
-siglas inmersas; blastos-. En tus atrios:
las huellas vítreas, las libaciones(glebas fecundas),
los hervideros.

Imagen al amanecer

El agua del aspersor cubría la escena
como una niebla,
como una flama blanquísima, dueña
de sí misma, de su brotar cambiante, de su pulso
ritual
y cadencioso.
Un poco más allá y más allá hasta
tocar las rocas. Lienzos de sol
entre la cauda humeante; lluvia de cuarzo; interno
oleaje
silencioso. Un mismo
denso
movimiento lo centra; lo ahonda
en su asombrado corazón. Profundo, colmado
vórtice.
Renace, tenue, su palpitar. Marmóreo y lento
borbollón luminoso.
Un poco más allá, más allá, su tacto límpido
se estremece. Son remanso
las rocas
a su enjambre estelar, a su incesante,
encendida nieve. Por un momento se cubre
con su seda el jardín. Suavemente
los troncos ceden
y van tendiéndose sobre el pasto;
largas sendas oscuras bajo el tamiz
que inunda el amanecer. Cuando su lluvia
se ha expandido hacia el este
pesan menos las sombras
y los troncos se adensan y se levantan.
Vuelve entonces el arco
a resplandecer. Una llama reciente nubla la escena,
un olor de magnolias
y rocas húmedas.

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