PichangaMarcelo Arancibia
Chile
Al atardecer la calle empinada era nuetro reino
Arcos marcados con piedras
delimitaban la cancha.
Donde mi hermano era el mejor zurdo del barrio.
Tiro mortífero para cualquier portero.
Yo, en cambio, uno más del montón.
Tal vez el que más soñaba
El que mejor empeño ponía en cada zancada
En cada impulso por cabecear la luna.
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