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Eduardo Anguita
Chile
Poema de Odio
Ah, pero ahí están los poetas, cenan,
Rezan, se sacan la sangre y dibujan figuras y símbolos que despiertan
a las piedras en que escriben.
Entonces todo comienza a moverse, la luna cae sola llorando un agua turbia,
toman ellos un extraño colorido,
Y la música obscura, ¿ de dónde viene? Es atronadora y hace de nuestros
oídos
Flores desvencijadas por el estrépito.
Tiéndete, perra, umbral espantoso que recorreré tantas veces,
Jamás he de pasarlo río humano;
Echo una ceniza líquida por mi vara interior, apágate llama, pero de todos
modos he de dejarte atrás. Conversaré con ellos,
Los hermosos que hacen magia con las estrellas y se embriagan con el espíritu
de la noche y la muerte. Están sangrando.
Me quedaré con ellos a la mesa de arena mojada
Sembrada de labios o demonios.
Una fruta para mi corazón apenas alumbra.
Apenas te he de pasar y crece de tal modo la tabla,
En el umbral de la mujer me entrego hasta las rodillas.
Bésame con humillación.
Estás en el monte maldito, ¡maldita!
Oficio
El párpado que nos cierra la vida
Y nos abre a la muerte como una mano
El viento naciendo de su piedra
El té de los vivos para teñirnos de cadáver
Tanto lamento cuando todo está perdido
Ese hombre viene y se va
Los pies de los muertos son hojas de té
¡En qué desierto hondo de sombra
Sembramos arena y cosechamos silencio?
Así suceden los meses aquí abajo
Llenos de horas lavando nuestros ojos del último instante
Y una voz que dice ¿Llevo alimento?
Pero no creíamos en esto
No trate de evitarlo
De ahora en adelante no estaré en casa
Ocupado ocupado bebiendo un té especial
Dejándome crecer la lengua
Oyendo el ruido del sol a voluntad del viento
La voluntad del viento mi estructura
Las manos y los millones de pasos
Evaporados al cabo del día
Los arrozales vacíos con su candor rígido
Y mi cabeza sola
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